La UNESCO reconoce el día 16 de mayo de cada año como «Día internacional de la luz» desde hace 2 años intentando celebrar los beneficios de tener luz y se otorga este reconocimiento debido a que en el año de 1960 se logró por primera vez hacer funcionar un láser de rubí, el cual fue construido por el físico norteamericano Theodore Maiman.
La luz es un fenómeno físico, conocemos como luz a la parte del espectro electromagnético que podemos percibir con el ojo humano, el rango de longitudes de onda que podemos percibir abarca de los 350 a 780nm, habiendo casos excepcionales en los que algunas personas perciben un rango más amplio que va desde 310 hasta 1050nm.
Al día de hoy, según datos del INEGI, 99.6% de las viviendas del país cuentan con energía eléctrica, si bien no es lo mismo hablar de luz y electricidad, hay que destacar que solamente un 0.1% de la energía eléctrica que se utiliza en hogares mexicanos proviene del aprovechamiento de la luz solar mediante paneles solares. Siendo esta una de las «energías limpias» más importantes deberíamos ahondar en el uso y aprovechamiento de la luz solar.
Y como no dar importancia a este día, si en la antigüedad el descubrimiento del fuego dio a nuestros antepasados la oportunidad de establecerse mejor, apartar a los depredadores y eliminar la restricción de la movilidad al día.
En el contexto actual, la luz tiene una gran cantidad de significados y asociaciones, desde la dualidad de la luz y oscuridad que relacionamos con el bien y el mal, o la percepción de que la luz nos aporta seguridad, por ejemplo, al viajar de noche preferimos los caminos bien iluminados en lugar de callejones o zonas sin alumbrado público, incluso existiendo la «nictofobia» o miedo a la oscuridad, un miedo común entre las poblaciones más jóvenes.
De igual manera, cuando hablamos de lugares oscuros que son de interés social, como antros, bares y centros nocturnos, nos encontramos con que parte del atractivo no es la oscuridad total, sino la baja iluminación y los espectáculos de luz mediante el uso de láseres y luces de neón, o los teatros dónde se aprovecha la luz para engrandecer el escenario y se aprovecha la oscuridad para generar un sentimiento de inmersión en el espectador.
Podemos destacar la existencia del trastorno afectivo estacional, que se presenta mayormente durante otoño e invierno y que esta directamente, relacionado con la reducción de los niveles de luz solar. Provocando una alteración en el sistema nervioso que puede conducir a trastornos depresivos.
Como puedes ver, la luz va más allá de un fenómeno físico, sino que también representa un fenómeno social. La luz en nuestras vidas muchas veces pasa desapercibido, pero teniendo tantos atributos no está de más sentarnos a reflexionar al respecto.
